«El nazismo ha infectado nuestro pensamiento y contaminado el aire que respiramos, las palabras que pronunciamos y escribimos».
Heinrich Böll
Heinrich Böll
Rainer Werner Fassbinder intentó demostrar, desde todo ángulo posible, que a los alemanes iba a costarles mucho sobreponerse al atractivo susurro de su führer. Los había conquistado a tal punto que podían convivir pasivamente con los ecos de la ideología nazi y sin reflexionar un ápice sobre la identidad germana. Este tópico, común al heterogéneo Nuevo Cine Alemán de los años 60, fue la base de su obra en la que exploró desde el western hasta el melodrama.
En la primera etapa de su extensa obra, más precisamente en el prolífico período 1969-1970 (realizó nada menos que diez films), Fassbinder hace gala de sus primeras influencias: el teatro, que dio las bases para la construcción del espacio, Jean Marie Straub de quién heredó la omnipresencia del encuadre, Jean Luc Gódard, cuyas obras Sin Aliento y Vivir su vida motivaron algunos personajes marginales de El amor es más frío que la muerte, Katzelmacher o Dioses de la peste y, finalmente, Pier Paolo Pasolini, que asoma en el carácter sagrado de El viaje de Nicklauhausen.
Ya desde su temprana vocación cinéfila, Fassbinder sabía que mucho debía aprender del cine de Hollywood, de su prolijidad narrativa, de la intensidad de sus melodramas y del romance con el público masivo. Al cuestionarse el vínculo entre su cine y la gente, no pudo escapar a la influencia de Douglas Sirk, al que reivindicaba por encima de Jean Luc Gódard y Max Ophüls.
Sirk logró crear una maquinaria fílmica que tenía como eje el melodrama y que atraía al gran público. RWF sostenía, seguramente pensando en esta cualidad de su compatriota radicado en Estados Unidos, que “el buen director de cine es capaz de conseguir un final feliz que te deje insatisfecho. Sabes que algo no funciona, que no puede acabar así”; ejemplos de esto son los recordados melodramas sirkianos Escrito en el viento y Lo que el cielo nos da, que le sirvieron de inspiración sobre todo en La angustia corroe el alma, film por el cual Fassbinder fue reconocido en Cannes y afianzó su carrera internacional. El amor no correspondido emerge de sus films más autobiográficos como La ley del más fuerte o Las amargas lágrimas de Petra Von Kant, donde la esencia misma del melodrama nutre su tesis acerca de los desencuentros entre las personas.
De los recursos fílmicos más usados por RWF, el encuadre multiplicado es el que delinea las prisiones a las que se somete el hombre (el matrimonio, la familia o, aún peor, la ideología fascista) y que lo complican hasta hundirlo en un inexorable abismo. En el uso de este elemento del lenguaje cinematográfico también se observa la influencia de Sirk para quién “la filosofía de un director de cine está en la iluminación y los encuadres”.
A pesar del carácter opresivo de sus films y gracias a otra importante herencia, la del teatro brechtiano, el cine fassbinderiano privilegia una distancia que motiva la reflexión. Militante de sus convicciones, el talentoso director, actor y escritor, alcanzará reconocimiento internacional en la etapa de sus embriagados manifiestos sobre la libertad, como El matrimonio de María Braun, Lili Marlen o La ansiedad de Verónica Voss.
Abordar la filmografía del enfant terrible del cine alemán es una tarea imprescindible que implica sumergirse, sin vacilaciones, en las profundidades de la miseria humana, allí donde unas fronterizas criaturas se desnudan y sepultan, irremediablemente, sus ilusiones.
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